jueves, 20 de junio de 2019

MÁS ÉTICA Y MENOS MATEMÁTICAS EN POLÍTICA.

Leer la prensa, escuchar la radio o ver la televisión se está convirtiendo estos días en un ejercicio de paciencia. Lo mismo pasa con las redes sociales. Los reportajes predominantes en todas ellas son las noticias políticas. Más bien las noticias derivadas de la política. Y es que los resultados de las últimas elecciones municipales, autonómicas y al Parlamento Europeo, lejos de convertirse en la fiesta de la Democracia, se están convirtiendo en la decepción de la Democracia. Los pactos, contrapactos, deserciones, transfuguismos, etc., son la última hora en los medios de comunicación. La política se ha convertido en un terreno yermo para la ética: las ideas, los valores, los programas han dejado paso a las cábalas matemáticas, a las pasadas de factura, a las medias verdades, a los intereses personales y partidistas.

En Platón la ética no es objeto de un tratado específico. En sus obras Menón o El Banquete, el verdadero bien del hombre, la felicidad, habrá de alcanzarse mediante la práctica de la virtud. Aseguraba que la ética era la armonía entre las tres partes del alma si cada una de ellas actuaba con su virtud correspondiente y se sometían a la razón, logrando así la justicia en el individuo. De manera semejante, en obras como la República, Político o Las Leyes el objeto de la filosofía política es la armonía de las tres partes de la sociedad para lograr la justicia social. Ética y política son indisociables en Platón. La democracia era para Platón la segunda peor forma de gobierno por detrás de la tiranía. Las razones que aducía eran, por un lado, la pérdida absoluta del sentido de los valores y de la estabilidad social y, por otro, fue la democracia ateniense la que condenó injustamente a su maestro Sócrates. Está clara la disociación existente entre ética y política.

¿No está ocurriendo lo mismo ahora? En el momento en que  las noticias nos hablan de que “el partido” les abre expediente, incluso de expulsión,  a unos concejales por no haber votado según sus instrucciones cuando, en realidad, esos concejales actuaron siguiendo las directrices que ese partido había promulgado durante la campaña electoral, pero que en éste caso no le convenía seguir al partido por intereses cruzados con otros pactos, ¿no estamos ante la pérdida absoluta del sentido de los valores y de la estabilidad social que ya denunció Platón? ¿No se están cargando los partidos, mediante el incumplimiento de sus promesas electorales, por un lado,  y los  intereses pactistas, los cálculos matemáticos y la avaricia de poder, por otra,  el prestigio de la Democracia?

Para Aristóteles la ética y la política estaban estrechamente unidas. En sus obras Ética a Nicómaco y Política desarrolla ésta idea afirmando que la ética  tiene como objetivo alcanzar el fin propio del hombre al que se dirigen todas sus actividades, es decir, la felicidad; por su parte la política trata de buscar la felicidad de un conjunto social.  Como quiera que el hombre es un ser sociable por naturaleza, la felicidad del individuo está indisolublemente unida a la felicidad de la polis por lo que la ética es, en realidad, una parte de la política y está supeditada a ella: la felicidad de la sociedad es más importante que la del individuo.

¿Y qué decir de aquellos partidos que afirman una cosa repetidamente, machaconamente, pero que después hacen todo lo contrario? Las redes sociales están llenas de frases como “cordón sanitario”, “bajo ningún concepto pactaré con fulano”, “somos el partido de la regeneración”, “la lista más votada debe gobernar” y un largo etc. Sin embargo, los cordones sanitarios sólo se aplican en aquellos casos donde la suma no me ofrece ninguna posibilidad de gobernar, pero en aquellos otros en los que sí puedo arañar poder no los aplico en aras del bien común y de la gobernabilidad; las listas más votadas gobernaran, sí y sólo sí son las de mi partido; lo de que no pactaré con fulano se explica diciendo que nunca dije que no íbamos a hablar; lo del partido de la regeneración sólo se aplica para abrir expedientes a aquellos díscolos miembros del partido que no siguen los calculados intereses de cuotas de poder y desobedecen las chirriantes órdenes de pactar con aquellos partidos supuestamente corruptos. Evidentemente, esa felicidad del individuo de la que hablaba Aristóteles, que estaba intrínsecamente unida a la felicidad de la polis por esa conjunción indisoluble entre la ética y la política, brilla  por su ausencia en nuestra actual Democracia.

Kant en obras tales como Ideas para una historia universal en clave cosmopolitaLa paz perpetua, La metafísica de las costumbres o ¿Qué es la Ilustración?, expone su pensamiento político dominado por los ideales de libertad, igualdad y valoración del individuo. En sus obras Fundamentación de la metafísica de las costumbres y Crítica de la razón práctica, expone su doctrina ética donde adjudica al individuo, en cuanto sujeto moral, la capacidad de convertirse en legislador de lo moral de  manera autónoma, dando paso a la ética formal basada en el Imperativo categórico. Por tanto, la actividad política del ser humano se funda en el carácter formal de la ética. Las distintas formulaciones del Imperativo Categórico resumen los mandatos morales y ordenan las acciones que son buenas en sí mismas y no por constituir meros medios para conseguir algo. Una de ellas dice,  “Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre como un fin al mismo tiempo y nunca solamente como un medio”.

A ver cómo le explicamos a un votante cuyo grupo político ganó en votos y concejales en su municipio que la dirección del partido le pida que deje gobernar a otro en su lugar para que éste le apoye en otro municipio o en una institución de ámbito insular o autonómico. Y esto se agrava con los llamados “pactos en cascadas” cuya esencia son las cábalas matemáticas. Estamos utilizando a las personas como medios para conseguir unos fines diferentes al voto del ciudadano. Incluso se puede dar el caso que la persona vote a partidos diferentes en instituciones diferentes y que en ambos casos gane su elección preferida pero que, por los cálculos matemáticos y las consignas de las  direcciones de los partidos, no gobierne en ninguna de las dos instituciones. El voto es el nexo que vincula al gobernado con el gobernante;  es una forma activa de confianza que el ciudadano otorga a un candidato, partido o grupo político: al depositar su confianza, el elector espera no ser defraudado y no ser utilizado como un medio para otros fines diferentes al sentido de su voto. Pero las cábalas matemáticas  están convirtiendo las votaciones en la crónica de una frustración anunciada.

Jürgen Habermas, a partir del ideal kantiano del uso público de la razón, en su obra Teoría de la acción comunicativa, trata de hallar los recursos teóricos y prácticos con los que los individuos podrían explicar el mundo que les rodea y encontrar un lugar en el discurso público. A partir de aquí, la concepción de democracia deliberativa, como expresión de los principios con que la ética del discurso busca apuntalar el paradigma de la comunicación humana, la cimenta en la cooperación social. De esta manera, el paradigma de la ética del discurso se convierte en un corolario práctico-moral de la teoría de la acción comunicativa. Así pues, ética y política son conceptos inseparables donde la ética discursiva  adopta, en política,  la forma de democracia deliberativa.

El problema radica en que algunos políticos confunden la ética del discurso con la verborrea del alegato y la acción comunicativa con las diatribas discursivas. ¿Cómo se puede apelar a pactos y entendimientos, a avenirse y convenir, si el discurso carece de las más elementales consideraciones éticas? Cuando el discurso es despectivo con alocuciones tales como “sanchismo”, “bilduetarras”, “derechita cobarde”, “podemitas”, “veleta naranja”, “golpistas” y un largo etc., no se puede pretender que nos encontremos ante una democracia deliberativa. Y lo peor del caso es que se lo creen en un alarde de cinismo o de ignorancia supina. Si el partido A pacta con el partido B, a sabiendas que el partido B pacta con el partido C, para la misma institución, el partido A está pactando de facto con el partido C, porque sin los votos de éste último el pacto no saldría: es pura propiedad transitiva. Después elaboran un discurso  falaz sobre la diferencia entre pactar y hablar: porque, claro, cuando se pacta no se habla y cuando se habla, se dialoga de todo menos de pactos.

            Lo que están consiguiendo es que la gente acabe hartándose de la Democracia; que los votantes terminen por aborrecer la política; que el espacio público se convierta en un lugar indeseado y menospreciado por la ciudadanía. Por ello, debemos hacer un esfuerzo por comprender que la política es indisociable de la ética para no perder el sentido de los valores y de la estabilidad social; que la naturaleza social del hombre exige el desarrollo ético de lo público para conseguir la felicidad; que la actividad política debe estar presidida por imperativos éticos enfocados al bien común; que la democracia exige el dialogo constante basado en una ética del discurso que destierre las cábalas matemáticas y los intereses partidistas. En definitiva, que haya más ética y menos matemáticas en la política. 



1 comentario:

  1. Tan bonita la Ética,tan necesaria ,tan olvidada...penosa su ausencia en la política.
    Excelente disertación.

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