Leer la prensa, escuchar la radio
o ver la televisión se está convirtiendo estos días en un ejercicio de
paciencia. Lo mismo pasa con las redes sociales. Los reportajes predominantes
en todas ellas son las noticias políticas. Más bien las noticias derivadas de
la política. Y es que los resultados de las últimas elecciones municipales,
autonómicas y al Parlamento Europeo, lejos de convertirse en la fiesta de la
Democracia, se están convirtiendo en la decepción de la Democracia. Los pactos,
contrapactos, deserciones, transfuguismos, etc., son la última hora en los
medios de comunicación. La política se ha convertido en un terreno yermo para
la ética: las ideas, los valores, los programas han dejado paso a las cábalas
matemáticas, a las pasadas de factura, a las medias verdades, a los intereses
personales y partidistas.
En Platón la ética no es objeto
de un tratado específico. En sus obras Menón
o El Banquete, el
verdadero bien del hombre, la felicidad, habrá de alcanzarse mediante la
práctica de la virtud. Aseguraba que la ética era la armonía entre las tres
partes del alma si cada una de ellas actuaba con su virtud correspondiente y se
sometían a la razón, logrando así la justicia en el individuo. De manera
semejante, en obras como la República,
Político o Las Leyes el objeto de la filosofía política es la armonía de las
tres partes de la sociedad para lograr la justicia social. Ética y política son
indisociables en Platón. La democracia era para Platón la segunda peor forma de
gobierno por detrás de la tiranía. Las razones que aducía eran, por un lado, la
pérdida absoluta del sentido de los valores y de la estabilidad social y, por
otro, fue la democracia ateniense la que condenó injustamente a su maestro
Sócrates. Está clara la disociación existente entre ética y política.
¿No está ocurriendo lo mismo
ahora? En el momento en que las noticias
nos hablan de que “el partido” les abre expediente, incluso de expulsión, a unos concejales por no haber votado según
sus instrucciones cuando, en realidad, esos concejales actuaron siguiendo las
directrices que ese partido había promulgado durante la campaña electoral, pero
que en éste caso no le convenía seguir al partido por intereses cruzados con
otros pactos, ¿no estamos ante la pérdida absoluta del sentido de los valores y
de la estabilidad social que ya denunció Platón? ¿No se están cargando los
partidos, mediante el incumplimiento de sus promesas electorales, por un lado, y los intereses pactistas, los cálculos matemáticos
y la avaricia de poder, por otra, el
prestigio de la Democracia?
Para Aristóteles la ética y la
política estaban estrechamente unidas. En sus obras Ética a Nicómaco y Política
desarrolla ésta idea afirmando que la ética tiene como objetivo alcanzar el fin propio del
hombre al que se dirigen todas sus actividades, es decir, la felicidad; por su
parte la política trata de buscar la felicidad de un conjunto social. Como quiera que el hombre es un ser sociable
por naturaleza, la felicidad del individuo está indisolublemente unida a la
felicidad de la polis por lo que la ética es, en realidad, una parte de la
política y está supeditada a ella: la felicidad de la sociedad es más importante
que la del individuo.
¿Y qué decir de aquellos partidos
que afirman una cosa repetidamente, machaconamente, pero que después hacen todo
lo contrario? Las redes sociales están llenas de frases como “cordón
sanitario”, “bajo ningún concepto pactaré con fulano”, “somos el partido de la
regeneración”, “la lista más votada debe gobernar” y un largo etc. Sin embargo,
los cordones sanitarios sólo se aplican en aquellos casos donde la suma no me
ofrece ninguna posibilidad de gobernar, pero en aquellos otros en los que sí
puedo arañar poder no los aplico en aras del bien común y de la gobernabilidad;
las listas más votadas gobernaran, sí y sólo sí son las de mi partido; lo de que
no pactaré con fulano se explica diciendo que nunca dije que no íbamos a
hablar; lo del partido de la regeneración sólo se aplica para abrir expedientes
a aquellos díscolos miembros del partido que no siguen los calculados intereses
de cuotas de poder y desobedecen las chirriantes órdenes de pactar con aquellos
partidos supuestamente corruptos. Evidentemente, esa felicidad del individuo de
la que hablaba Aristóteles, que estaba intrínsecamente unida a la felicidad de
la polis por esa conjunción indisoluble entre la ética y la política, brilla por su ausencia en nuestra actual Democracia.
Kant en obras tales como Ideas
para una historia universal en clave cosmopolita, La paz perpetua, La
metafísica de las costumbres o ¿Qué es la Ilustración?, expone su pensamiento político dominado
por los ideales de libertad, igualdad y valoración del individuo. En sus obras Fundamentación de la metafísica de las
costumbres y Crítica de la razón
práctica, expone su doctrina ética
donde adjudica al individuo, en cuanto sujeto moral, la capacidad de
convertirse en legislador de lo moral de manera autónoma, dando paso a la ética formal
basada en el Imperativo categórico. Por tanto, la actividad política del ser
humano se funda en el carácter formal de la ética. Las distintas formulaciones
del Imperativo Categórico resumen los mandatos morales y ordenan las acciones que son buenas en sí
mismas y no por constituir meros medios para conseguir algo. Una de ellas dice,
“Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como
en la persona de cualquier otro, siempre como un fin al mismo tiempo y nunca
solamente como un medio”.
A ver cómo le explicamos a un votante cuyo grupo
político ganó en votos y concejales en su municipio que la dirección del
partido le pida que deje gobernar a otro en su lugar para que éste le apoye en
otro municipio o en una institución de ámbito insular o autonómico. Y esto se
agrava con los llamados “pactos en cascadas” cuya esencia son las cábalas
matemáticas. Estamos utilizando a las personas como medios para conseguir unos
fines diferentes al voto del ciudadano. Incluso se puede dar el caso que la
persona vote a partidos diferentes en instituciones diferentes y que en ambos
casos gane su elección preferida pero que, por los cálculos matemáticos y las
consignas de las direcciones de los
partidos, no gobierne en ninguna de las dos instituciones. El voto es el
nexo que vincula al gobernado con el gobernante; es una forma activa de confianza que
el ciudadano otorga a un candidato, partido o grupo político: al depositar su
confianza, el elector espera no ser defraudado y no ser utilizado como un medio
para otros fines diferentes al sentido de su voto. Pero las cábalas
matemáticas están convirtiendo las
votaciones en la crónica de una frustración anunciada.
Jürgen
Habermas, a partir del ideal kantiano del uso público de la razón, en su obra Teoría
de la acción comunicativa, trata de hallar los recursos teóricos y
prácticos con los que los individuos podrían explicar el mundo que les rodea y encontrar
un lugar en el discurso público. A partir de aquí, la concepción de democracia
deliberativa, como expresión de los principios con que la ética del
discurso busca apuntalar el paradigma de la comunicación humana, la cimenta
en la cooperación social. De esta manera, el paradigma de la ética del
discurso se convierte en un corolario práctico-moral de la teoría de
la acción comunicativa. Así pues, ética y política son conceptos
inseparables donde la ética discursiva adopta,
en política, la forma de democracia
deliberativa.
El
problema radica en que algunos políticos confunden la ética del discurso
con la verborrea del alegato y la acción comunicativa con las diatribas
discursivas. ¿Cómo se puede apelar a pactos y entendimientos, a avenirse y
convenir, si el discurso carece de las más elementales consideraciones éticas?
Cuando el discurso es despectivo con alocuciones tales como “sanchismo”,
“bilduetarras”, “derechita cobarde”, “podemitas”, “veleta naranja”, “golpistas”
y un largo etc., no se puede pretender que nos encontremos ante una democracia
deliberativa. Y lo peor del caso es que se lo creen en un alarde de cinismo
o de ignorancia supina. Si el partido A pacta con el partido B, a sabiendas que
el partido B pacta con el partido C, para la misma institución, el partido A
está pactando de facto con el partido C, porque sin los votos de éste último el
pacto no saldría: es pura propiedad transitiva. Después elaboran un
discurso falaz sobre la diferencia entre
pactar y hablar: porque, claro, cuando se pacta no se habla y cuando se habla,
se dialoga de todo menos de pactos.
Lo
que están consiguiendo es que la gente acabe hartándose de la Democracia; que los
votantes terminen por aborrecer la política; que el espacio público se convierta
en un lugar indeseado y menospreciado por la ciudadanía. Por ello, debemos
hacer un esfuerzo por comprender que la política es indisociable de la ética
para no perder el sentido de los valores y de la estabilidad
social; que la naturaleza social del hombre exige el desarrollo ético de lo
público para conseguir la felicidad; que la actividad política debe estar
presidida por imperativos éticos enfocados al bien común; que la democracia
exige el dialogo constante basado en una ética del discurso que destierre las
cábalas matemáticas y los intereses partidistas. En definitiva, que haya más
ética y menos matemáticas en la política.
Tan bonita la Ética,tan necesaria ,tan olvidada...penosa su ausencia en la política.
ResponderEliminarExcelente disertación.