jueves, 6 de junio de 2019

EL CAMINO LARGO


Salía del casco urbano de la Ciudad de  los Adelantados atravesando la calle Rodríguez Moure caminando por el centro de la antigua calle del Remojo no por la acera. Al llegar a la Avenida de la Universidad, antiguo Camino Largo, en la confluencia de las calles Silverio Alonso, Rodríguez Mou­re y Cabrera Pinto, comenzó a contar las palmeras a izquierda y derecha del único trecho en el que la rambla central está  abierta a la circulación. En este primer tramo, que va desde dicho punto  hasta una pequeña glorieta circular empedrada  con una farola central, en la confluencia de las calles Quintín Benito y la Avenida Tabares Bartlet, contó 12 Palmeras a la izquierda y 12 a la derecha.

Era un paseo que acostumbraba hacer a diario. Desde hacía muchos años. Tantos que le costaba recordar detalles y anécdotas de cada uno de ellos. De pronto se encontró pensado en las palmeras, en la cantidad de palmeras plantadas y en el maravilloso espectáculo que desde ese punto se divisaba. ¡No cabe duda que una palmera es un paisaje! Se decía. Pero tantas juntas y alineadas de esa manera con la Mesa Mota al fondo formaban un cuadro que se imaginó pintado por Claude Lorrain por los estados de ánimos que le producía esa visión. Inhaló el fresco aire lagunero y henchido de satisfacción  cruzó por el paso de peatones de la calle Quintín Benito.

En el segundo tramo que va hasta la rotonda en la que está el Busto de José Gervasio Artigas, fundador de Uruguay, flanqueado por dos magníficos magnolios,  en el Paseo Concepción Salazar, contó 44 palmeras a la izquierda y 45 a la derecha así como  122  y 119 adelfas, respectivamente. Además, cerca del Castillo se encuentran dos ejemplares, uno a la izquierda y otro a la derecha, de un laurel canario y un sauce canario. En éste tramo central se encuentra una abrazadera que rodea la primera palmera de la izquierda con la efigie de una mujer y la inscripción Laura de la Puerta de Cabrera; el palacete construido por el arquitecto Mario Estanga como regalo de Domingo Cabrera Cruz a su esposa, Laura de La Puerta Guillén, natural de Gáldar; el CEIP Camino Largo, el Parque de la Constitución y múltiples viviendas residenciales de variada factura arquitectónica.

Semejante frondosidad, las adelfas florecidas en tonos blancos y rosados y las palmeras elevándose en altura en busca de la  luz semejando una cúpula renacentista, alta, amplia, dejando pasar la luz entre sus hojas a imitación de la de Brunelleschi en la Basílica de Santa María di Fiore en Florencia, le llevo el pensamiento hasta la novela de D.H. Lawrence, El amante de Lady Chatterley, no por su componente erótico, ni por ser un compendio sociológico sobre la lucha de clases, ni por el empoderamiento femenino y mucho menos por la crítica a la censura, sino por la figura de Oliver Mellors, el guardabosque de la finca que mantiene un idilio carnal con Constance Chatterley. Mellors, que termina convirtiéndose en el amante de Constance en medio de la frondosidad de su bosque cuando ella lo descubre desnudo hasta la cintura, le recuerda a la Inglaterra rural, bucólica y estéticamente bella. Ensimismado en la idea de la belleza en la Naturaleza cruzó el Paseo Concepción Salazar bordeando la rotonda que da acceso a la tercera zona del Camino Largo.

En el tercer tramo que termina en la calle Pozo Cabildo contabilizó 49 palmeras a la izquierda y 50 a la derecha así como  109  y 97 adelfas, respectivamente. Al comienzo del  mismo se encontró con un camión cisterna que sacaba agua del subsuelo lo que le recordó  la antigua laguna existente en la vega lagunera por cuyo margen sureste se trazó el Camino Largo. Éste trecho tiene los laterales de tierra a excepción de un pequeño tramo en la parte superior izquierda, que enlaza con la calle Pozo Cabildo, que está adoquinado. Incluso en algunas partes del mismo se estrechan los laterales ya que los solares adyacentes no están retranqueados mezclándose la vegetación salvaje y agreste con las palmeras y las adelfas.

Mientras paseaba se imaginaba cómo sería la antigua laguna, qué extensión tendría, cómo rebosaría en época de lluvias. Se acordó de las inundaciones sufridas en la Semana Santa del año 1977 cuando La Laguna quedó parcialmente incomunicada durante varios días y todavía no nos habíamos recuperado del accidente de los dos Boeing 747 en Los Rodeos. Unas ideas llevaban a otras y evocaba la cantidad de veces que la lluvia lo había sorprendido en ese tramo, siempre en ese, en el más alejado. Cómo tenía que guarecerse bajo alguna palmera, o acelerar el paso, cuando no correr o, si la lluvia era tenue, caminar con la cabeza alta para empaparse del fresco lagunero que tanto le gustaba. El Camino Largo, pensaba, era como una metáfora de su propia vida: larga, entrecortada a tramos, con vivencias variadas en cada uno de ellos, pero hermosa y llena de anécdotas, con compañeros y amigos, con historias y amores unas veces confesables y otras no.
 
            Al llegar al final del tercer tramo, la guagua 050 estaba parada recogiendo gente con destino a La Punta del Hidalgo, sin pensárselo dos veces se subió y acabó el paseo tomándose un cortado frente a las piscinas de Bajamar.

 

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