Suena
el teléfono fijo. Me apresuro a cogerlo antes de que se corte. ¡Ojalá se hubiera
cortado! ¡Ojalá no se hubiera producido esa llamada! Al otro lado de la línea
me dicen que te acaban de llevar al hospital, que es cuestión de horas. No por
esperada es una noticia que me coge por sorpresa. Horas después, un WhatsApp confirma
tu fallecimiento. La Laguna, gris y lluviosa, se encapota para despedirte. Durante
todo el día una lluvia fina, suave, serena, empapa las calles por las que
paseabas; los tejados que te cobijaban; los amigos que te quieren. La noche,
silenciosa, lloraba tu pérdida con aguaceros ocasionales, como queriendo empapar
la fértil tierra sembrada con todas tus buenas obras, para que el fruto de tu amistad
y de tu profesionalidad, germine en el roto corazón de los que nos quedamos y a
los que tanto bien hiciste.
Te
vas en silencio. La pandemia, con sus restricciones, va a impedir que el
cementerio se abarrote con la presencia de todas aquellas personas que te
queremos. Pero no vas a estar sola en tu postrero adiós. Miríadas de almas están
pendientes de ti. Adonde vas cabemos todos y todas. Allí estaremos. Allí nos
veremos. En el ínterin, permítenos que te lloremos, que te echemos de menos,
que nos acordemos de nuestras conversaciones, esas que tanto te gustaban y con
las que disfrutabas.
Otra
amiga que no conociste, pero que te hubiera encantado conocer, ha colgado en su
muro de Facebook un video elaborado con sus maravillosas pinturas, distintas, imaginativas,
pero llenas de emoción, sentimientos y colores, con el epígrafe: «Amanecen arcoíris
en tus lágrimas… Ingrávidas… Llenas de amor…». Así es como amanecemos los que
te queremos; así es como nos sentimos los que te conocimos; así es como nos
quedamos los que ya te echamos de menos.
Descansa
en paz. En la paz de los justos. En la paz que te granjeaste con tu vida, con
tus obras —en tu profesión y en tu confesión—, con tu amistad. En la paz eterna,
descanso del caminante.
Adiós.
Ya no volveremos a vernos. No volveremos a hablarnos. No volveremos a visitarnos.
Adiós con el corazón: donde siempre no veremos, nos hablaremos, nos visitaremos.
Que tu viaje sea feliz, que la eternidad te acoja en su regazo. Aquí vivirás en
los que te queremos. Adiós desde el corazón.
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