domingo, 24 de junio de 2018

NOCHE DE SAN JUAN

Sonaba el video promocional de las fiestas de San Juan de Las Palmas de Gran Canaria mientras subía en el RAV4 a la Mesa Mota con los cristales cerrados para evitar el humo de las hogueras que iluminaban la Vega Lagunera: «…En la noche de San Juan, noche de San Juan Bendito, ni come ni bebe y siempre gordito…» Desde la cima se contempla La Laguna como un gran incensario en el que todas las hogueras, como piedras de carbón incandescente, elevan su humo para purificar las vidas de todos los laguneros y  laguneras, quemando las viejas costumbres, los viejos hábitos, todo lo malo que nos aleja de los demás y comenzar un nuevo solsticio con la ilusión nietzscheana de un niño recién nacido.

La visión de las hogueras, ese fuego heraclitaneo  que siempre está en constante movimiento, me hacia recordar, un año más,  el eterno retorno: esa concepción del mundo donde todo arde para, una vez quemado, volverse a reconstruir y así repetirse una y otra vez como lo representa el Uróboros, simbolizando el esfuerzo eterno, la naturaleza cíclica de las cosas, ese esfuerzo inútil, ya que todo vuelve a repetirse inexorablemente. Entonces caí en la cuenta de la cantidad de hogueras esparcidas por el Archipiélago, de los amigos y amigas que estarían en cada una de ellas, las hogueras en las que he estado, las hogueras en las que quisiera estar, en definitiva, las hogueras que marcan e inician el solsticio del verano recién estrenado.

Las hogueras que en mi infancia saltaba en el Risco de San Nicolás y que ahora se celebran con gran pompa y boato en la Playa de Las Canteras como parte esencial de la conmemoración de la fundación del  Real de San Juan de Las Palmas de Gran Canaria. ¡Cuántos recuerdos de los días precedentes recolectando toda clase de objetos que se pudieran quemar; cuántas horas de guardia para que ningún componente de hogueras vecinas nos pudieran quitar nada; cuánta ilusión por ver crecer y arder la hoguera la noche de San Juan; cuántos amores hallados, perdidos, conquistados y reconquistados como esencia del propio rito! Y suena el video «Antes de salir de casa debo acordarme dejar,  bajo la cama que duermo fruta que esté sin pelar, no sea que me suceda lo que no he de desear, que por algún maleficio tenga que mi amor cambiar…… »

Las hogueras que en Tenerife -en Las Teresitas o en La Punta del Hidalgo, en La Vega o en los Hachitos de Icod- marcaron cada uno de los solsticios pasados con sus historias repetidas una y otra vez como las llamas que las alimentaban: «Noche de San Juan bendito alumbrada por hogueras, ecos de la caracola rodando por las laderas» Así, rodando, resurgiendo una y otra vez del fuego eterno, todas y cada una de esas hogueras marcaron el devenir de mi vida personal, «tres duraznos peladitos bajo la cama has de echar, los quereres de tu novia los duraznos te dirán»  y profesional, «plomo al fuego derretido en el agua lo echarás, con lo figura que forme lo que has de ser te dirá» Y aquí sigo, años tras año, repitiendo, una y otra vez, el mismo rito, a sabiendas de que la naturaleza cíclica de las cosas hace inútil ese esfuerzo, ya que todo vuelve a repetirse inexorablemente.

Las hogueras que, en honor del Señor San Juan Bautista, se encienden en Vallehermoso –Isla de La Gomera- y que alumbran la procesión del Santo mientras que los cantadores y bailadores repiten, una y otra vez, el cadencioso y ancestral Tajaraste o baile del Tambor con sus Chácaras y sus tambores, a la vez que una impresionante exhibición de fuegos artificiales iluminan el cielo con colores variopintos, sonidos explosivos,  imágenes imposibles que cada cual  interpreta según su estado de ánimo, y la reina del paisaje de Vallehermoso, la palmera, que aparece y desaparece fugazmente formando conjuntos que se superponen y que, con cada explosión, se intensifican y se agrandan como queriendo abrazar el Valle desde el cielo. También aquí los amores y desamores forman parte del eterno retorno, de ese abrazo esperado y deseado, añorado y buscado, muchas veces encontrado y otras tantas extraviado,  que durante la mágica noche nos afanamos en buscar y que, en ocasiones, la «alborada mañanera en la noche de San Juan, voz que canta tempranera a tu amor lo alumbrará»

Hogueras de la Isla de La Palma: de Puntagorda y Los Llanos de Aridane, de Tazacorte y Puerto Naos. «La bruja por esta noche no tendrá en qué cabalgar, que le quemaron la escoba que barría en el pajar» Hogueras ancestrales que se empeñan en saltar, los chicos y las chicas, para su amor encontrar: amores y desamores que las aguas desvelarán, viejos ritos repetidos cada año una vez más. Y así, el fuego purificador de las hogueras impide que las brujas del desamor anden sueltas posibilitando la búsqueda del placer y del amor, animando a dejar atrás las viejas normas y preceptos apolíneos, explorando las dionisiacas costumbres de las bacantes. «Salten niñas, saltaderas, fuego del señor San Juan, la que no se salte el fuego soltera se quedará»

Eterno retorno en las hogueras de la  Noche de San Juan que tiene su reflejo en la literatura. Madame Bovary de Gustave Flaubert, donde Emma, convertida en la señora Bovary, que tiene unas ideas sobre el matrimonio que no coinciden con las de su marido, sueña con amores imposibles, teniendo amantes diferentes para salir del aburrimiento provocado por la falta de objetivos e intereses en cosas concretas de la vida.  Se ha dicho que el drama de Emma es el abismo entre ilusión y realidad, la distancia entre deseo y cumplimiento;  o La insoportable levedad del ser de Milan Kundera, donde Tomás que, amando a su esposa, no puede resistir la tentación de acostarse con otras mujeres, reflejando  sus dudas existenciales en torno a la vida en pareja y Sabina, la amante de Tomás, que siente la levedad en las cosas tras relacionarse con hombres comprometidos, otorgándole a la infidelidad poca o ninguna importancia.







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