Querido amigo. Te fuiste para no volver. Te fuiste definitivamente.
La eternidad te acogió como se acoge a un antiguo amor, a un viejo amigo: para
siempre. Ya nunca más hablaremos como hablábamos, despacio, cadenciosamente, de
hito en hito, ocasionalmente. Nuestros encuentros se espaciaran aún más, se
harán esperar indefinidamente. Nos hablaremos como le habla el aire a la
montaña, con susurros; como la lluvia al campo, empapándolo y fecundándolo;
como el mar a la playa, descansando en su orilla.
Te fuiste, sí, pero tu presencia permanece entre los
que te conocimos y te apreciamos, entre los que tuvimos la suerte de tenerte
como amigo, entre los que compartimos tu amistad y supimos valorar tus
silencios. Tu marcha, tan digna como discreta aumenta aún más, si cabe, tu circunspecta
personalidad. Esa forma de ser tan peculiar que te hizo especial, prudente,
reservado, sensato.
Me consta que en tu dilatada carrera como docente
dejaste una larga estela de profesionalidad y, lo que es más importante, una
ingente cantidad de alumnos y alumnas que aprendieron a amar la pintura, la
escultura, la fotografía y todas y cada una de las artes plásticas, visuales y
audiovisuales que impartías. Fuiste la discreción personalizada y ponías la
mesura necesaria en el Claustro.
Siempre supiste sacarle partido a la vida. Esa vida
que a veces te fue esquiva, que te daba esquinazo, que no siempre te supo
valorar. Pero a la que le pusiste color en tus cuadros, le diste forma en tus
lienzos, la enmarcaste con tu peculiar estilo. Hiciste que la pintura fuera la
pasión de tu vida y que la vida fuera el motor de tu pintura. Ese binomio
llenaba tu tiempo, tu mente, tu casa, tu estudio….. y ahora está vacío de ti,
sin ti.
Te apasionaba viajar, gozabas conociendo nuevas
tierras, nuevas gentes, nuevas culturas; te preocupaban los idiomas y te empeñabas
en aprenderlos con una tenacidad encomiable aunque con unos resultados que, en
lugar de desanimarte, te daban nuevos argumentos para continuar. Ahora ya no
importa. Para este viaje no hacen falta alforjas, ni idiomas, ni pasaporte. Es
el Viaje por antonomasia. Disfrútalo querido amigo. Nunca te preocupó la celebridad
pero emprendiste el viaje con dos de los grandes: Eduardo Galeano y Günter
Grass. A los tres los echaremos de menos. Descansa en paz, Pepe.
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