jueves, 16 de junio de 2022

WITO… IN MEMORIAM…

 

Ahora que tu cuerpo contingente se ha ido nos quedamos con el recuerdo de tu esencia. Desde que nuestros ancestros se acostumbraron a hacer inventarios, como una forma de hacer frente a los periodos de escasez, no hemos parado de registrar todo lo relacionado con nuestras vidas, desperdiciando gran parte de la misma con taxonomías de cosas materiales, de materias primas, de productos almacenados, de títulos académicos, de logros deportivos, de cuentas bancarias… Pero eso no iba contigo. Tú fuiste un verso libre. El balance de tu corta existencia arroja un saldo extremadamente positivo porque supiste invertir en el único valor seguro: la amistad.  

El niño que conocí con el pelo alborotado —ni grande ni corto—, de sonrisa transparente y mirada acogedora, que se lamía las heridas producidas por una caída de bici —tu querido medio de transporte—, en el patio delantero de tu casa, se convirtió, pedalada a pedalada, en una persona sensata, tolerante y ecléctica. Yo estaba en la engreída edad de comerme el mundo cuando, sin darme cuenta, me fagocitaste con tu inocencia. De pie, sonriente y jubiloso, en la sala de tu casa, me regalaste —probablemente del almacén de Toño— un juego de destornilladores de precisión que, cuarenta años después, todavía conservo. No podía imaginar que era una premonición de tu personalidad: ¡fuiste un cuidadoso relojero de las relaciones sociales que supo usar, con habilidad exquisita, el don de la palabra, la convicción y el diálogo como instrumentos de precisión para cohesionar a las personas!

Tu mirada holista de la Naturaleza, la que se ejerce con el corazón y la empatía, te llevó a estudiar la «ciencia que trata de los seres vivos, considerándolos en su doble aspecto morfológico y fisiológico», sobresaliendo tu pasión por la pardela cenicienta, la querencia por el Archipiélago Chinijo y la fascinación por el senderismo. Esa Naturaleza, no la panteísta visión Spinoziana de natura naturata, sino la presocrática que la entiende como substancia permanente y primordial que se mantiene a través de los cambios que sufren los seres naturales por sí mismos, fue el eje de tus creencias y de tu forma de ser y proceder.

Consecuente con tus ideas, muchas veces antagónicas con las establecidas y con las recibidas por educación, supiste disfrutar de la vida y contagiarla sin estridencias, sin imposiciones, con elegancia, a todos los que te rodeaban. Luchador incansable por la justicia social, debatías y rebatías con argumentos tan poderosos como respetuosos, con la cabeza bien amueblada y el alma de Quijote. Tenaz como pocos, nunca te quejaste de lo que la vida te privó, muy al contrario, te sirvió de acicate para superarte y dotarte de una segunda naturaleza que llevabas con exquisito espíritu deportivo.

Descansa en paz, querido Wito. En esa paz en la que tanto creías. En la paz de la Naturaleza de la que formamos parte indisociable. Descansa en tu risco de Famara, con tus queridas pardelas, contemplando tu añorado Archipiélago Chinijo… Y que el polvo de estrellas del que estamos hechos nos colme de eternidad.