miércoles, 24 de mayo de 2017

EL MUNDO DEL BONSÁI



            Bonsái, literalmente planta enmacetada, en sus orígenes se empleó para el traslado de plantas en los grandes viajes. Posteriormente, se adoptó como método para recrear paisajes. Es a partir de aquí cuando toma el actual sentido cultural que le damos a la palabra bonsái. Debido a la acción del artista sobre el objeto natural, éste se transforma en objeto cultural: en bonsái. También el arte del bonsái forma parte de la evolución, interviniendo en el proceso la historia, la filosofía, la poesía, la religión, la pintura, etc.

            Todo este proceso evolutivo que tiene lugar en la India, China, Japón y Corea, puede ser comparado con el mismo proceso que en occidente se le llamó Ilustración y que, en botánica, dio lugar a la creación de los jardines botánicos como lugar donde mostrar las distintas y diversas plantas obtenidas en los innumerables viajes de la época.
            Podemos decir que el arte del bonsái se ha convertido en un símbolo vivo y permanente de la relación del hombre con la naturaleza de la que forma parte y de su evolución natural y cultural.

            El mundo del bonsái  se dio  a conocer en occidente, de una forma definitiva, a través de las exposiciones universales de París y Londres celebradas a finales del siglo XIX. En la actualidad se ha convertido en un arte universal. El propio ex Presidente del gobierno español Don Felipe González tenía una estupenda colección particular que donó al CSIC en 1996, tras abandonar La Moncloa, y que se encuentra en el Real Jardín Botánico.

            Como dice un poema japonés, una mota de polvo contiene la tierra enteracuando una flor se abre, el mundo entero viene a nacer. Y es que la naturaleza es inmensa e íntima: los árboles en su estado natural son el modelo para imaginar y crear un bonsái. En canarias tenemos el claro ejemplo de las sabinas de El Hierro que dan forma al estilo barrido por el viento que se convierte en modelo por su expresividad y dinamismo, por su fuerza y vitalidad, por su singularidad y poética individualidad.

            El arte del bonsái es, pues, la búsqueda ininterrumpida, nunca acabada, de la integración del hombre con la naturaleza: la personificación de una filosofía de la vida. Un anónimo budista dice no sigas las huellas de los antiguos; busca lo que ellos buscaron. Por eso cada bonsái es distinto, nuevo, irrepetible. Presento aquí algunos de mis bonsáis; todos diferentes; todos iguales; todos buscando lo que los antiguos buscaron……La primera fotografía es de una Glicinia (Wisteria chinensis) que tiene ocho años en maceta; la segunda es un Ficus que tiene once años en maceta; la tercera es una Buganvilla (Bouganvillea spp.) que tiene ocho años en maceta.


Recojo crisantemos al pie del haya

Y contemplo en silencio las montañas del sur;

El aire de la montaña es puro en el crepúsculo

Y los pájaros vuelven en bandadas a sus nidos.

Todas estas cosas tienen una significación profunda,

Pero cuando intento explicarla

Se pierde en el silencio.

Chuang-Tzu


            Espero que este pequeño artículo sirva para conocer un poco más el arte del bonsái pero, sobre todo, para admirar y respetar la naturaleza; para recrearla y donarla a las generaciones futuras al menos en el mismo estado en el que la hemos recibido de nuestros antepasados.

Juan Luís Alemán


¡¡SE SALE!!

 Mi compañera Carolina nos pide colaboración para una Revista que está creando en el Centro al socaire del Proyecto de Biblioteca. Si al socaire. Ha llegado como un huracán invadiéndonos con aires nuevos. Ante una realidad como esta no queda más que la colaboración. Compañeros así, ¡se salen! Nos ayudan a reinventarnos, a seguir ilusionados, a colaborar en nuevos proyectos……





  ¿Qué cigarro es mayor?


La primera vez que oí a un alumno la expresión ¡se sale!, miré instintivamente para la botella de agua que me acompaña en todas mis clases. Pero  no se salía. Andaba yo explicando el tema de la realidad. Era en primero de bachillerato. Lo que aquel alumno quería decir con dicha expresión era que la explicación que dábamos acerca de qué sea la realidad, de cómo la conocemos, de cómo la construimos a partir de nuestras percepciones, le parecía plausible: ¡se salía!    


            Con el término realidad nos referimos a todo lo que hay. Incluso aquello que propiamente no hay, lo irreal, tiene que ser pensado o imaginado en relación con lo real. La realidad es de una riqueza, diversidad y heterogeneidad casi inabarcables. Las ciencias se proponen su investigación y conocimiento. Cabe preguntarse si todo cuanto quepa pensar y decir sobre la realidad es competencia exclusiva de las ciencias.   
                      
¿Por qué vemos un triángulo?
Junto a su riqueza, la realidad le plantea al ser humano no pocas cuestiones que no parecen ser estrictamente científicas, cuestiones que producen esa perplejidad que caracteriza al ser humano, ser finito que requiere de una radical orientación en la realidad para saber a qué atenerse, qué hacer y qué esperar.

Una interpretación o visión de la realidad o del mundo (cosmovisión), la naturaleza última de lo real (si materia o espíritu) y el sentido último de la existencia ante el misterio que pueda despertar la realidad serán cuestiones que, tradicionalmente consideradas como cuestiones metafísicas, tratamos en filosofía.

                Estábamos explicando la diferencia entre sensación (mecanismo por el que captamos algunas cualidades del medio físico a través de los sentidos) y percepción (presencia de los datos obtenidos por la sensación en la conciencia “con sentido”) y nos apoyábamos en la figura de Kanizsa. También  mostrábamos otras figuras que se pasaban entre ellos con el consiguiente alboroto. Fue en ese momento cuando se escuchó ¡¡se sale!!
            Durante la semana cultural se expusieron en el Centro muchas imágenes increíbles, curiosas, ilusiones ópticas que parecían deformar la realidad. Todas y cada una despertaron nuestro interés. Sin embargo, no escuché ¡¡se sale!! He estado dándole vueltas a la cabeza y he llegado a la conclusión de que no son novedosas, de que la cultura multimedia nos ha acostumbrado a aceptar la rapidez de las acciones sin preguntarnos porqué, a vivir en realidades virtuales, en la inmediatez de los acontecimientos, en el envejecimiento prematuro de las ideas.

            Como profesor de filosofía me preocupa que el pensamiento no sea una herramienta habitual, un hábito que nos acompañe continuamente, constantemente, del que echemos mano cada vez que algo o alguien nos interpela y nos sitúa ante lo que somos, lo que queremos ser o lo que nos dejan ser. Me viene a la memoria una famosa tira de Quino acerca de la filosofía y su carácter radical y último que puede ser muy ilustrativa:
 


             Ojala que este artículo sirva para tomar conciencia de la importancia de la razón, del pensar; que hagamos del razonamiento una actitud cotidiana; que podamos colaborar en esta Revista y que podamos decir ¡se sale! porque los contenidos escapan a la inmediatez de los acontecimientos y perduran como sólo los conceptos lo hacen.